SER
CAPITÁN
Si
marcha sosegado por el muelle de la marina, dirigiéndose temprano al Juancho a las rutinas de a bordo, alguno
habrá que no le adivine a este hombre su elegante oficio. Reinaldo Curbelo Avello
es capitán de un yate de pesca de agujas, una embarcación turística que
abandona glamorosa los canales y enfila al nordeste buscando los hileros de la
mítica Corriente del Golfo. La gente que pasea la orilla o mete su cordel entre
una ola y la otra les mira entonces pasar como cosa de otro mundo.
De
escaparse cuando chico a la costa y los embalses, con un carrete o una vara
criolla, le vino tal vez la vocación por los asuntos del mar, que siendo
archipiélago el país no es mucho el andar que hace falta para mojar los
zapatos, ni convencimiento ajeno para que cualquiera le tome el gusto a ese
paisaje. Lo intrigante en todo caso es como nadie se imagina que mandar esa
nave de blanco plástico y rauda propela que va trazando la línea del horizonte
puede ser realmente un trabajo para el futuro.
Tampoco
es tanta la casualidad, si vamos a entender, pues este Curbelo nació en la
ciudad de Cienfuegos, que ya es bastante con ello para ser familia del océano;
si luego, a los tres años, le trajeron a la capital y algunas vacaciones
vagabundeaba por la playa de Varadero, que era y no era el tremendo emporio
turístico de hoy, pues mirando se habrá
aprendido también algo de los negocios de navegar, si vamos a ser lógicos.
Aunque
la ruta no es tan recta como a veces uno se imagina, porque la carrera escogida
fue la licenciatura en Cultura Física, que bien pudo llevarlo a un aula, a un
terreno deportivo, a una oficina. Algo habría de persistente en la vocación, de
cualquier modo, puesto que el tema de la tesis vino a caer en la vieja afición,
quien sabe si debido a que el maestro se nombraba Gonzalo León Lanier, años más
tarde autor de uno de los escasos libros de pesca deportiva publicados en Cuba,
Lo que usted debe saber de pesca.
Concluido
en 1982 su ejercicio académico de graduación, tras exponer la tesis
“Zonificación de especies deportivas en el tramo del bajo de Santa Ana a
Cojímar”, fue asignado a la Marina Hemingway, al oeste de La Habana, como
adjunto del departamento de Relaciones Públicas. Ganada alguna experiencia en
la organización de torneos, aprovecha una convocatoria a evaluación, optando
primero por una plaza de marinero, que si usted supiera es empleo de mucho
lustre, y finalmente toma el curso de capitán en la academia “Andrés González
Lines”, donde sale diplomado en 1989. Le dieron el mando del Kilimanjaro, un Sportcraft de 30 pies de
eslora y dos motores Volvo de 300 caballos de vapor.
En
octubre del mismo año, dos meses antes de estrenarse como capitán, ya sale
Reinaldo Curbelo a tomar su primera experiencia en el mundo de la alta
competencia de pesca. Viaja nada menos que a La Guaira, Venezuela, a la sede
del Playa Grande Yachting Club, donde se ha inscrito como competidor del
certamen de la International Light Tackle Tournament Association (ILTTA), junto
a sus compañeros de equipo Juan Pascual e Hiram González. Después de estar en
cuarto puesto la víspera del cierre, con un acumulado de 700 puntos, logran el
décimo puesto entre 54 equipos, con cuatro agujas blancas tomadas con línea de
20 libras. Dígase de paso que el pez de pico no se le lidiaba entonces en Cuba
con tan delgada resistencia, pues en el Grand Slam del Caribe, que pocos meses
antes habían compartido La Habana y Cancún, fue todo un acontecimiento bajar de
50 a 30 libras la resistencia reglamentaria.
Se
medió el cubano en otros topes de vara y carrete, un par de ellos en el famoso
torneo del sábalo en Tampico, México, pero su mejor resultado estuvo por llegar
hasta que en 1997 el Torneo Internacional de la Pesca de la Aguja Ernest
Hemingway, con sede en la propia marina donde labora Curbelo, alcanzó el
momento propicio de introducir las normas de marcado y liberación (Tag and
Release) en el clásico cubano de la pesca mayor.
En
medio de las mayores expectativas comenzó el evento, fechado del 19 al 24 de
mayo, con 18 embarcaciones. Durante los anteriores tres años se había esperado,
con cierto impaciente escepticismo, a que las reglas conservacionistas se
aplicaran en el principal certamen piscatorio cubano, aunque finalmente fue
asombrosa la sencilla eficacia con la que todo sucedió, también puede decirse
que el proceso se llevó a cabo con un ritmo muy propio.
Reinaldo
Curbelo y su compañero de equipo, Manuel Serrano, completaron en conjunto 405
puntos (marcaron y soltaron un castero, tres agujas blancas y una aguja de
abanico, además de un castero de 109 libras declarado no válido), perdiendo el
puesto en la Copa Hemingway por sólo medio punto menos ante la tripulación
alemana. El Bicho, la embarcación a
bordo de la cual compitieron, fue la única embarcación en este certamen que
reportó capturas en cada una de las cuatro jornadas. Curbelo se convirtió en el
máximo acumulador individual de puntos de la cita, con cuatro capturas y 280
unidades, además de quedar para la
historia como el primer cubano que marcaba y soltaba peces en el torneo.
"Fue
una experiencia interesante, deslumbradora, ver al pez retornar vivo a las
aguas, después de haber brindado una espléndida batalla", manifestó en
aquella ocasión a este periodista. Al año siguiente, junto a su compañero de
oficio, el capitán Pedro Calvo, convencieron a los directivos de la Marina
Hemingway de que organizaran una competencia para la captura del peto, un
túnido que tradicionalmente pescan durante la época invernal tanto en La Habana
como en Santiago de Cuba. La primera experiencia se llevó a cabo durante el
último fin de semana de noviembre de 1998 y fue satisfactoria, repitiéndose en
varias ocasiones el certamen.
Durante
todos los años transcurridos desde su ingreso al oficio de mar no ha dejado de
asistir a competencias, si bien las más de las veces como tripulante y guía. El
día de receso de uno de los torneos de finales del siglo pasado, al timón del
yate del norteamericano Dick Mandt, un conocido competidor de la primera época
de la pesca con liberación en La Habana, el capitán Curbelo Avello puso a su
pescador sobre ocho peces de pico que fueron marcados y liberados. De hacer
sido en fecha de competencia, habría quedado como un récord histórico por mucho
tiempo. Actualmente se le ha confiado el mando de un yate propiedad de un
extranjero.
Conversando
pausado en la popa del Juancho, el
periodista hace que Curbelo enumere paciente sus obligaciones.
―
¿Qué ha de saber un capitán?
―
Digamos que un dominio completo de la navegación electrónica: GPS, radar,
ecosonda, carta de navegación, idioma inglés, ética, conocimientos suficientes
para desempeñarse como cocinero y barman... Dar auxilio, ser solidario con los
compañeros de mar; en el mar todo el mundo tiene que ser hermano y “ser un
gavilán arriba del barco”.
―
¿Cuáles son las rutinas del día?
―
A diario hay que hacer la limpieza del barco: echar agua, limpiar, secar. En el
cuarto de máquinas se controla cada mínimo detalle, presillas, mangueras;
detectar salideros, chequear el aceite, el agua de enfriamiento, encendido del
motor, vigilar los parámetros de funcionamiento, como el cargado, temperatura,
presión, escape, bomba de agua, que todo esté trabajando... El barco debe estar
oloroso, limpio, la lencería limpia, los vasos y copas, el agua necesaria, el
papel sanitario...
―
¿Y durante las salidas al mar?
―
Si es jornada de pesca, las carnadas y las varas listas en la popa, con toda la
parte burocrática del despacho de capitanía realizada. Si hay un poquito de
marejada, vigilar que todo lo que pueda caer esté seguro, el televisor, el
refrigerador, una cámara... nada de vidrio debe estar en una altura. Estar al
tanto de la cantidad de personas a bordo y extremar aún más los cuidados si
entre ellos hay niños; advertir a los padres dónde estos pueden o no pueden
estar y la necesidad del chaleco salvavidas. Si se va a ejecutar el buceo,
controlar la posición en la que se encuentran las personas...
Aparte
de la documentación propia de la embarcación, el capitán porta una carpeta con
documentación reglamentaria que debe estar disponible para cualquier chequeo
con autoridades marítimas en aguas nacionales o internacionales. Son básicos el
certificado de capitán graduado y la titulación de competencia profesional que
extiende la Organización Marítima Internacional, OMI, precisando en detalle el
dominio en cada materia: navegación por radar a nivel operacional, observador
de radar y punteo, supervivencia en embarcaciones, formación básica en aspectos
de seguridad, primeros auxilios, técnicas avanzadas de lucha contra incendios,
código internacional de gestión de seguridad, prevención y control de
estupefacientes, inglés marítimo sección I y certificado de oficial de
protección de buque.
―
Mucha documentación es, capitán. Pero es fácil entender que es necesario
asegurarse de las capacidades de quien está a cargo de la seguridad de otras
personas y del cuidado de un patrimonio bastante costoso, como es una moderna
embarcación de recreo.
―
Y eso no es lo único. Cada tripulante debe poseer una copia del contrato de
trabajo con la entidad empleadora correspondiente, en nuestro caso SELECMAR;
una boleta de enrolo, certificado médico, antecedentes penales, fotocopia del
pasaporte, certificado de alcohol y drogas y carta de viaje.
El
capitán Curbelo, que ahora mismo cuenta 57 años de edad, mantiene una dedicada
atención a actualizar una pequeña biblioteca que lleva a bordo, dice, para
orientar al propietario del barco y los invitados en cualquier aspecto de
técnica naval o relativo a la pesca recreativa que requiera una revisión. Su
más cotidiana preocupación, entretanto, es atender el estado del tiempo, una
rutina que cumple haya o no una salida al mar prevista. Se enterará a primera
hora de las predicciones del día por el parte meteorológico que transmite el
servicio de información matutino de la televisión, y luego verificará el parte
marino que emite permanentemente el Instituto de Meteorología y puede ser
consultado en cualquier momento por el teléfono 866 6060, extensión 7. Si hay
pesquerías en proyecto, verificará asimismo las fases de la luna.
―
A mí, para pescar agujas, me gustan el cuarto creciente y el cuarto menguante,
nunca la luna llena. Tres días después del creciente, esa es la fecha...
―
Si usted lo dice, capitán, podemos ir saliendo.